En 1997, movida por una gran inquietud investigadora y en busca de nuevos
proyectos artísticos, me trasladé a Canberra para estudiar el arte de los
aborígenes australianos.
Sin embargo, al comienzo de esta andadura, fue la fuerza del paisaje lo que
me más me cautivó. El resultado fue una serie de obras inspiradas en la aventura de adentrarme en los bosques.
Las ciudades tienen parques que parecen bosques y los bosques están cuidados como si fueran parques.
Caminar por cualquier zona de arbolado en Australia es un lujo para la vista y para el espíritu.
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